Cuba: Mucha cumbre, pero más miseria

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Con la Cumbre del Grupo de los 77 (G77) + China, el Gobierno cubano buscó reposicionarse como gran conductor de los países del Sur, al mismo estilo de Fidel Castro

Con la Cumbre del Grupo de los 77 (G77) + China sobre “retos actuales del desarrollo, el papel de la ciencia, la tecnología y la innovación”, el Gobierno cubano buscó reposicionarse como gran conductor de los países del Sur, al estilo de Fidel Castro. El reclamo del cese del “bloqueo” y la no la inclusión de Cuba en la lista de patrocinadores del terrorismo en la Declaración Final fueron objetivos primordiales. Raúl Castro asistió a las sesiones y recibió a varios presidentes y primeros ministros. António Guterres, secretario general de la ONU, llamó “amigo” a Miguel Díaz- Canel, según se escuchó en la Televisión Cubana.

A diferencia de los derroches del pasado, las autoridades recalcaron que sería una cumbre austera, seguramente no tanto por consideración a las privaciones impuestas a la población, sino por las reclamaciones de los miles de millones de dólares en deudas y las aspiraciones a recibir más ayuda internacional. Cuánto se importó para acomodar y alimentar a los participantes, en un país donde ni siquiera se produce azúcar, nunca se sabrá. Días antes hubo prolongadísimos cortes de electricidad, supuestamente por falta de combustible, pero se sospecha que fueron programados para evitar apagones durante la Cumbre. También se asfaltaron avenidas, se pintaron edificaciones en los recorridos de los visitantes y se recogieron numerosos basureros.

Una “proeza”, según consideró Díaz-Canel, fue haber hecho una Cumbre de esa magnitud en vísperas de la sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas. En realidad, la fecha de la Cumbre fue bien calculada: unos días antes de las sesiones de la Asamblea General de la ONU, cuando la estancia en Cuba era propicia en el trayecto hacia Nueva York.

Resalta que de América Latina solo asistieron los gobernantes Nicolás Maduro, de Venezuela; Alberto Fernández, de Argentina; Xiomara Castro, de Honduras; Daniel Ortega, de Nicaragua; Gustavo Petro, de Colombia; Luis Abinader, de República Dominicana y el vicepresidente boliviano David Choquehuanca.

Por su parte, el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, habló en la Cumbre para sellar la unión de Brasil al grupo. México, miembro fundador, se retiró en 1994 tras incorporarse a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). En La Habana, la canciller mexicana Alicia Bárcena anunció un acercamiento.

Del Caribe sobresalió la presencia de presidentes y primeros ministros, lo cual es lógico por los estrechos lazos bilaterales existentes y la participación del Gobierno cubano en los foros de la región. La India, fundadora del Grupo y primera en ejercer la presidencia envió al secretario para Oeste del Ministerio de Asuntos Exteriores, a pesar de su relevante papel tradicional en el grupo. De África, incluidos exguerrilleros formados en Cuba, y Asia, hubo amplias delegaciones.

Díaz-Canel ha estado cultivando un prestigio internacional propio antes de la partida física de Raúl Castro, su mentor. La sonrisa, las lisonjas y el vocabulario de ciencia, innovación e investigaciones del académico presentan a un régimen renovado, lejano a los gritos y amenazas de Fidel Castro. En esas tribunas no se cuestionan los 64 años de la llamada Revolución. A fin de cuentas, los participantes también procuraron solapar los problemas de sus países, achacando la pobreza, el hambre, la corrupción, los procesos electorales manipulados y los golpes de Estado, a las injerencias externas.

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